La Cerimònia de la Llum de Lídia Pujol nos lleva por un camino de velas encendidas a un templo donde en realidad nos encontramos con la aparición de la memoria sonora, que es oscura e invisible. Resulta muy grato encontrarse con canciones de hace siglos en el momento en que vuelven a cobrar vida y se dirigen a nosotros para decirnos que aún son fuente de emoción, sea sagrada o profana. Lídia Pujol las interpreta con la naturalidad de una voz actual, sin distanciamiento técnico, pero con rigor artístico. No es indispensable ser creyente para tender el tímpano sin reservas a un canto que conserva el candor de muchas voces desaparecidas, que en esta ceremonia reviven de algún modo. O para asistir con asombro a la primera invocación a Allah fraternalmente acogida en el templo cristiano, cantada con pasión muy encendida por el magnífico Mohamed Bout Ayoub. Todo el grupo de músicos toca con una especie de gravedad alegre, conscientes de estar recuperando música antigua –es decir, antiguas cercanías entre diversas creencias– para goce de oídos actuales. En el umbral justo entre la luz, que cae de lo alto, y la vibración terrena, que apenas se eleva por encima de nuestras cabezas, Lídia Pujol se ofrece a nuestro ojos jugando a ser aparición sin malicia, para que contemplemos cómo el misterio atraviesa realmente la escena. Y asistimos a una renovación de la función del templo, gracias a una fe estrictamente musical, que todo lo armoniza y nada excluye.
Santiago Auserón Santiago Auserón. Filòsof i músic (Radio Futura, Juan Perro) 15 d’octubre 2011
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